El pulpo que no murió
Sakutaro Hagiwara (Japón)
Un pulpo que agonizaba de hambre fue encerrado en un acuario por muchísimo tiempo. Una pálida luz se filtraba a través del vidrio y se difundía tristemente en la densa sombra de la roca.
Todo el mundo se olvidó de este lóbrego acuario. Se podía suponer que el pulpo estaba muerto y sólo se veía el agua podrida iluminada apenas por la luz del crepúsculo.
Pero el pulpo no había muerto. Permanecía escondido detrás de la roca. Y cuando despertó de su sueño tuvo que sufrir hambre terrible, día tras día en esa prisión solitaria, pues no había carnada alguna ni comida para él.
Entonces comenzó a comerse sus propios tentáculos. Primero uno, después otro. Cuando ya no tenía tentáculos comenzó a devorar poco a poco sus entrañas, una parte tras otra.
En esta forma el pulpo terminó comiéndose todo su cuerpo, su piel, su cerebro, su estómago; absolutamente todo.
Una mañana llegó un cuidador, miró dentro del acuario y sólo vio el agua sombría y las algas ondulantes. El pulpo prácticamente había desaparecido.
Pero el pulpo no había muerto. Aún estaba vivo en ese acuario mustio y abandonado.
Por espacio de siglos, tal vez eternamente, continuaba viva allí una criatura invisible, presa de horrenda escasez e insatisfacción.
Sakutaro Hagiwara (Japón)
Breve reseña sobre su obra
Escritor japonés nacido en 1886 y fallecido en 1942. Hijo de un médico local, se interesó en la poesía desde muy joven, publicando sus versos en las revistas literarias Zamboa, Shiika y Chijo Junrei. Junto con Muro Saisei y Yamamura Bocho creó el grupo Ningyo Shisha, dedicado al estudio de la música, poesía y religión y la revista literaria Takujo Funsui, cuya primera edición salió en 1915.
Hacia 19176, Hagiwara publicó su primera colección de versos libres titulada Tsuki ni Hoeru.
El pulpo que no murió aparece recopilado en la antología 45 cuentos siniestros, publicada por Ediciones de la Flor.
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