NUEVOS LIBROS PARA LA BIBLIOTECA
Las filofábulas, cuentos de sabios para que los niños aprendan a vivir
Autor: Piquemal, Michel
Trad.: Furió Sancho, María José
Ediciones Oniro, S.A.
Colección La biblioteca del saber
A partir de 9 años
Michel Piquemal, el autor de este libro, ha escrito para los jóvenes lectores un libro de fábulas inspirado en las enseñanzas de los sabios de todos los tiempos. Las filofábulas son pequeñas historias, llenas de humor y sensibilidad, que provienen de la filosofía occidental, de la mitología y de las sabidurías de Oriente. Con preguntas, palabras-clave y unas bellas ilustraciones, aprenderás todo lo necesario para cruzar el umbral de la sabiduría.
Un complemento ideal para que los padres puedan transmitir conceptos complicados o abstractos a los niños.
Autor: Ian Gibson
Editorial Planeta
Siempre es un placer leer a Ian Gibson, hispanista y como él mismo se denomina, biógrafo especializado en grandes figuras de la cultura española del siglo XX. Aproximarme a las vidas de autores como García Lorca en Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca (1998) o Antonio Machado enLigero de equipaje (2006) ha sido una deliciosa experiencia. La amplísima documentación en que se basa Ian Gibson, su aproximación a las fuentes, a los testimonios, a la época, el tono ameno y divulgativo con que se desarrollan, en definitiva acercan al lector de un modo muy familiar y cercano a las vidas de aquellos autores.
Por eso creo que Cuatro poetas en guerra no defraudará. La obra nos muestra a Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández, Lorca y Antonio Machado desde la perspectiva de su lucha por la defensa de la democracia y la República. Cuatro de las mejores voces poéticas del siglo XX son analizadas así, deteniéndose en los matices ideológicos de cada una. Ian Gibson se ha valido para su documentación, entre otras, de la obra del periodista y dramaturgo argentino Pablo Suero, cuyo libro de crónicas desde finales de 1935 recogía entrevistas con los grandes autores del momento, entre ellos estos cuatro poetas.
En fin, una obra interesante desde muchos puntos de vista, pero, sobre todo, destacaría la importante labor que puede desarrollar en la función de memoria histórica, que cuando hace menos de cien años de estos acontecimientos, parece haberse disipado. Así ha concebido Gibson Cuatro poetas en guerra:
He pretendido hacer un libro divulgativo, porque siento que existe una gran curiosidad por el tema entre los nietos de la guerra, y he comprobado que hay mucha ignorancia entre los jóvenes, mucha confrontación y muy poca información.
La historia desde mi balcón
Testigo directo de la marea árabe
Autor: Tomás Alcoverro
Editorial: Destino
Tomás Alcoverro | 14/05/2008 / La Vanguardia
Vivo en un edificio singular. Asomado al balcón de mi piso he podido presenciar, desde hace años, los espectaculares vuelcos de la historia de Líbano. Beirut es apasionante para estudiarlo y enloquecedor para vivirlo. Tiene la esquina suavemente convexa y antes de ser renovada con gusto, la fachada estaba acribillada de las balas de cuando mataban en las calles de la ciudad. En Líbano, los números de las casas, si los hay, no cuentan. Todos los edificios llevan el nombre de su propietario.
Se llamó inmueble Saad, un nombre que hay que escribir siempre en las direcciones postales, en los documentos públicos, pero ahora es conocido como Mastercard, la compañía de tarjetas de crédito. Pero lo que, de verdad sirve para localizarlo es decir que está al lado del hotel Commodore, famoso durante las guerras libanesas y, sobre todo, en la invasión israelí de 1982, porque se había convertido en el hotel por antonomasia de los corresponsales extranjeros.
El inmueble Saad, como yo todavía me empeño en repetir, tiene una novelesca historia. Dos de mis vecinos, el del tercero, el francés Roger Auque, corresponsal del diario La Croix,y el británico Charles Grass, que vivía en el quinto, de la cadena estadounidense ABC, fueron secuestrados. El secuestro de Grass duró sólo unos días, pero Auque sufrió el interminable calvario de muchos rehenes occidentales de Beirut. En el viejo ascensor de madera, reemplazado por uno de cristales, habían grabado, a navaja, su nombre. De aquel tiempo guardo mi puerta blindada.
Un día muy lluvioso de febrero de 1984, los milicianos de Amal con sus aliados drusos de Ualid Yumblat, ocuparon los barrios del oeste de Beirut, desgarrando, otra vez, la ciudad entre barrios musulmanes y cristianos. Provocado, sobre todo, por los bombardeos del ejército, bajo el mando del presidente de la República Amin Gemayel, contra los suburbios chiíes, incitó a la sexta brigada del ejército, compuesta especialmente de soldados chiíes, a luchar codo con codo al lado de Amal, aliado, ahora, de Hizbulah en su segunda ocupación de estos barrios.
La toma de esta parte de la ciudad, del barrio de Hamra, donde está mi casa, dio a Nabih Berri, en la actualidad presidente de la Asamblea Nacional, una destacada fuerza política y militar. Fue entonces cuando el oeste de Beirut se convirtió en un infierno, en el anárquico reino de las milicias de toda calaña que ahuyentaron a muchos de sus habitantes cristianos, como la antigua propietaria de mi edificio, forzando al éxodo de embajadas y corresponsales occidentales, que tuvieron que establecerse en la zona este de la ciudad. Yo fui uno de los pocos periodistas extranjeros que nunca abandonaron su casa, en la calle del hotel Commodore.
Desde mi balcón vi, en 1982, cómo salían en camiones los últimos fedayines de Arafat hacia el puerto para embarcar hacia su nuevo exilio. En aquel tiempo el hotel Commodore, con su preciado télex, vivía bajo su protección.
Con el reino de las milicias, los combates de calle fueron frecuentes. Otro día del invierno de 1985, chiíes de Berri y drusos de Yumblat, aliados antes de la toma del oeste de Beirut, se enzarzaron en una lucha ante mi casa. “Esta es una bala de kalashnikov, este es un proyectil de M-16″, decía mi amigo Hasan Chamas, abriendo el balcón, gateando para recoger los casquillos. El cristal de la ventana de mi dormitorio fue agujereado por un proyectil que atravesó la persiana. En las paredes de los balcones había impactos de bala y pequeñas desconchaduras, y en los pisos que dan sobre la piscina del hotel Commodore, casi todos los cristales se hicieron añicos. Mirando por las rendijas de mis persianas, adivinaba las siluetas de los milicianos, oía sus voces, sus jóvenes voces nocturnas, que se habían apoderado de las calles abandonadas. Una vez mi piso fue ocupado por una banda de hombres armados que pretendían ser del partido de Yumblat. Desde mi balcón describí otro día una manifestación de miles de mujeres cubiertas del negro chador, organizada por Hizbulah, y la titulé “El oeste de Beirut, un pequeño Teherán”.
Estos años del exacerbado terror sólo concluyeron en 1987, cuando a petición de los dirigentes locales, que imploraron al rais Hafez el Asad su protección, fueron enviados tres mil soldados sirios a estos barrios. Uno de sus destacamentos se estableció en el Commodore. La primera orden que cumplieron fue arrinconar con sus armas a los milicianos de Hizbulah a los suburbios chiíes. En pocos días cambió el ambiente callejero de Hamra y desaparecieron los barbudos combatientes y las mujeres cubiertas de pies a cabeza.
En tres décadas he visto pasar guerrilleros palestinos, milicianos libaneses, soldados sirios evacuados sólo hace tres años de Beirut. No conozco un lugar en el mundo en el que el periodista tenga el privilegio de poseer una de las condiciones de su trabajo: la inmediación. En Beirut el periodista describe lo que ve, lo que le sorprende desde el propio balcón de su casa o de su oficina. Quizá por esto este edificio tan singular fue habitado, además de por diplomáticos franceses, por corresponsales como Ignacio Cembrero, Javier Valenzuela, Juan Carlos Gumucio y visitado, a menudo, por Maruja Torres.
Hoy, bajo mis balcones están apostados soldados libaneses con sus obsoletos carros de combate para proteger la vecina mansión de Saad el Hariri, jefe del grupo suní Al Mustaqbal, derrotado en los combates con Hizbulah. Las palomas dan vueltas, como siempre, en torno al edificio, en sus domesticados vuelos matinales. En Beirut quedan las fechas, pero las emociones se escapan.
Misterio, emoción y riesgo
Sobre libros y películas de aventuras
Autor: Fernado Sabater
Editorial: PlanetaDe los piratas y tesoros de Stevenson a King Kong y su amor fou por una mujer de rubios cabellos, del terror decimonónico de Edgar Allan Poe al horror claustrofóbico de Alien, de la fría capacidad analítica de Sherlock Holmes a la acción y seducción de James Bond; de los mundos soñados por Julio Verne a la pesadilla en forma de renacidos saurios de Parque Jurásico, de las travesuras de Guillermo y sus proscritos a la lucha contra el mal del niño mago Harry Potter; de la Tierra Media de Tolkien a los monstruos informes de Lovecraft, del náufrato Robinson Crusoe al aventurero Allan Quatermain en busca de las minas del rey Salomón, de las invasiones marcianas de H. G. Wells al tiburón asesino de Steven Spielberg, de las paradojas de Lewis Carroll al humor absurdo de Groucho Marx, del Sandokán de Salgari al intrépido reportero llamado Tintín... Misterio, emoción y riesgo reúne todo lo que Fernando Savater ha escrito, incluido un buen número de textos inéditos, sobre una de sus grandes pasiones: las novelas y películas de aventuras, que nos hicieron soñar en la infancia y nos siguen entusiamando en la madurez. Profusamente ilustrado, el libro se cierra con sendos cánones personales sobre las grandes novelas de misterio y las mejores películas de aventuras. Este libro reúne todo lo que Fernando Savater ha escrito, incluido un buen número de textos inéditos, sobre una de sus grandes pasiones: las novelas y películas de aventuras.
Las pioneras: Las mujeres que cambiaron la sociedad y la ciencia desde la antigüedad hasta nuestros días
Autor: Rita Levi Montalcini
Editorial CríticaTuvieron que luchar contra los prejuicios y el machismo para poder estudiar y entrar en los laboratorios. Corrieron el riesgo de dejarse robar sus descubrimientos, que a menudo se atribuyeron exclusivamente a sus colegas masculinos. Fueron capaces de cargar con el doble empeño de la familia y la investigación. Por ejemplo, Marie Curie no pudo estudiar en su patria, Polonia, porque en ese momento la universidad estaba cerrada a las mujeres. Por ello se trasladó a Francia, donde se licenció y se dedicó a la investigación con gran éxito, llegando a obtener el Premio Nobel. Ella es solo un ejemplo de mujeres fascinantes, rigurosas, combativas, nunca banales de Hipatia a Vandana Shiva, que nos cuenta en este libro Rita Levi-Montalcini, la más grande científica italiana que cuenta con pasión cuáles han sido sus propias referencias personales: mujeres innovadoras que han sabido afirmarse y gestionar la emancipación de la mujer en la sociedad occidental. Levi-Montalcini nos habla de setenta mujeres excepcionales y las pone como ejemplo de genio y perseverancia. Sus logros quedarán para siempre.
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