el hombre sin palabras
Habla de un hombre que un día se levanta y se da cuenta que no puede decir una palabra:
“…intenté decir al camarero: Su forma de darme el cuchillo me recuerda a …, pero no pude terminar la frase. Su nombre no salía. Lo intenté de nuevo pero seguía sin salir. Estaba encerrado dentro de mí. Cogí una servilleta y escribí su nombre: Anna.
Volvió a pasarme dos días después. La segunda palabra que perdí fue Quiero. Lo que no significa que dejara de querer las cosas-las quería aún más-si no que dejé de ser capaz de expresar que las quería. Así, sucesivamente, perdí totalmente la capacidad de hablar. El significado de mis pensamientos empezó alejarse flotando de mí, como hojas que caen del árbol en un río. Yo era el árbol. El mundo era el río……”
Así pues, este hombre iba a todas las partes con una libreta en la que tenía escritas las frases más comunes: Quiero dos barras de pan. No diría que no. Lo siento son los más pequeños que tengo. Gracias. No estoy seguro pero es tarde. Ja, ja , ja!. Normal, por favor. Etc, etc…
...
Pues bien, en esta historia, este hombre le está contando a su hijo lo siguiente:
".....Una noche, en un café, se me acercó una mujer:
Yo estaba sentado en la esquina de la barra revolviendo la crema del café como si fuera un sistema solar en miniatura. El lugar estaba abarrotado, pero ella se me acercó.
Lo has perdido todo -dijo como si compartiéramos un secreto- puedo verlo. Yo, permanecí en silencio. Está bien -susurró ella con la voz muy cerca de mi oreja-Yo también. Es algo que pude ver desde el otro lado de la barra. Observa cómo todos nos miran. Tal vez ignoren que lo hemos perdido todo, pero saben que nos falta algo.
Ella era el árbol y a la vez el río que se alejaba del árbol.
Continuó largo tiempo hablándome la mujer sin parar. Del tiempo. De lo que quería preparar esa noche para cena. De la prisa. De su salud. Del miedo….
Mientras hablaba, extendía una mano que yo no sabía cómo coger, de manera que le rompí los dedos con mi silencio. ¿No quieres hablar conmigo verdad?-dijo ella-. Saqué el cuaderno de la mochila, busqué la primera página que tenía en blanco (la antepenúltima) No hablo-escribí-Lo siento. Ella miró el pedazo de papel, se tapó los ojos y lloró.
Las lágrimas se filtraron entre sus dedos y se quedaron atrapadas en pequeñas redes. Lloró, lloró y lloró y no había servilletas a mano, de manera que arranqué la página del libro-No hablo. Lo siento-, y la usé para secarle las mejillas. Mi explicación y mi disculpa corrieron por su cara como si fuera maquillaje.
Ella me quitó el bolígrafo. Y escribió en la siguiente página en blanco de la agenda, la última:
Por favor, cásate conmigo.
Retrocedí en el cuaderno hasta encontrar: ja, j aja. Ella avanzó hasta encontrar: Por favor cásate conmigo. Retrocedí hasta: Lo siento, es el más pequeño que tengo. Avanzó hasta encontrar Por favor cásate conmigo. Retrocedí hasta encontrar No estoy seguro, pero es tarde. Avanzó de nuevo hasta su por favor, pero esta vez puso el dedo sobre el por favor.
Pensé en la vida, en mi vida, en la vergüenza, en las pequeñas coincidencias…
Le cogí el dedo como si fuera una aguja de un tocadiscos y lo hice retroceder página a página
Gracias.
Así conocí a tu madre. Cuando ya me había quedado sin palabras….”.
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