“¡Qué desigualdades!. Unos tanto y otros tan poco. Falta equilibrio, y el mundo parece que se cae. Todo se arreglaría si los que tienen mucho se lo diesen a los que no poseen nada. Pero ¿qué sobra?”
de D.
Benito Pérez Galdós
Qué buen libro hemos leído estos días en el club de lectura,
qué bien escrito y cuántas historias dentro.
Está lleno de novelitas que conforman la novela, esto es a lo que
llegamos como conclusión: hay muchas historias que, a veces, pueden entorpecer
o desviar la novela en sí y que, sin ellas, no se concibe la obra, claro. Toda la
novela es reflejo de una época donde las clases sociales estaban claramente
delimitadas y donde muy pocos tenían acceso a algo más.
Y los personajes… qué bien retratados y qué tópicos y
característicos. Desde las protagonistas,
Fortunata y Jacinta, hasta los otros: Estupiñá (es un estudio de la obra,
anotaban la coincidencia de este nombre con el de Estúpido ¿?¿?¿) Mauricia, la
dura; doña Lupe, el boticario, todos los personas que desfilan por las
tertulias del café; la iglesia siempre tan retratada y mal parada.
En fin, dado la cantidad de personajes que encontramos
(se habla de unos 1.500!!!) y el papel que cada uno de ellos desempeña, es muy
laborioso y largo el análisis de esta obra.
Pero sin duda y sin menospreciar a todos, el autor se
encargó muy bien de titular el libro con
las dos figuras relevantes: Fotunata y
Jacinta. Siendo antagónicas en sus orígenes,
en sus intenciones y en sus vidas, estas señoras están irremediablemente
condenadas a estar juntas en sus devenires: una, Fortunata, enamorada de quien
no debe, de un hombre casado y de otro estatus social. Y Jacinta, casada con aquel, perdidadamente
enamorada de su marido y deseando tener un hijo que no puede concebir. Pero que sí engendra Fortunata y que, al
final de la historia, el dilema se soluciona de una forma lógica y
favorable. No diremos cómo para no
desvelar el final de libro.
Está perfectamente bien escrito, utilizando un castellano
lleno de referencias a la ciudad de Madrid, con sus calles y costumbres que a
algunos tanto nos suena. Un extenso
glosario llena el libro. Las calles del
centro, los sitios de un Madrid costumbrista y propio del siglo XIX. Los personajes están revestidos de todos los
tópicos y caracteres singulares de unos años en donde la burguesía presumía de
tener descendencia que no tuviera que trabajar o donde tener amantes era
síntoma de distinción y las calles eran mareas de pobreza, incultura y malos
olores. Y ellas, las mujeres, resignadas
a un destino que, por otro lado, era nada interesante, recluídas en el hogar
dedicadas a las tareas de la casa y a criar a los hijos y cuidar de los maridos
y, todo lo más, a hacer como doña Guillermina, obras de caridad. Éstas mujeres, las de esta clase alta social,
eran las afortunadas y a este grupo pertenece Jacinta.
El resto de las mujeres, la inmensa mayoría, son pobres desdichadas,
sin formación, sin cultura y predestinadas a un mundo de miseria y calamidades,
avocadas a una vida de penurias, donde poder subsistir también depende de sus
encantosy argucias. Este es el caso de
Fortunata, enamorada y correspondida, del marido de Jacinta con el que llega a tener dos hijos; sabedora de su
belleza y poder . Muere el primer niño y el segundo es
entregado a Jacinta y con ello se redondea todo el argumento del principio al fin del libro.
Y para concluir, “hay un mundo que se ve y otro que está
debajo, escondido y lo de dentro gobierna lo de fuera, no anda el reloj, sino
la máquina que no se ve”.