sábado, 26 de mayo de 2012

Nuevas adquisiones para la Biblioteca de Colmenarejo




La última película de los grandes maestros
Luis López Varnona







"Eyes wide shut", "Querelle" y "Ricas y famosas" son los algunos de títulos que a modo de testamento dejaron algunos cineastas que forman parte del Olimpo del cine, nombres como los de Kubrick, Fassbinder o Cukor, que López Varona reúne en el libro "La última película de los grandes maestros".

Luis López Varona, licenciado en Derecho y especialista en dirección en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid, escribió hace cuatro años "Camino hacia la gloria: las óperas primas de los grandes maestros" (T&B Editores), en el que recordaba los inicios de los mejores cineastas de la historia.

Ahora, tras descubrir el "paralelismo evidente, una sutil línea que unía ambas películas, la ópera prima y el testamento", ha decidido profundizar en "La última película de los grandes maestros" (T&B Editores), según escribe él mismo en la introducción.

"En la mayoría de las ocasiones los cineastas volvían a los mismos orígenes, a sus obsesiones más íntimas. Podía haber transcurrido mucho tiempo, hasta decenas de películas entre una y otra, pero el mensaje curiosamente se solía podía repetir", añade, y no duda en decir que muchas de ellas resultaban "fallidas e incluso indignas de la trayectoria de sus directores".

Algunos de los autores que aparecen en "La última película de los grandes maestros" murieron de forma repentina, como Pasolini, Jean Vigo o Eisenstein, dejando obras como "Saló, o los 120 días de Sodoma", "La Atalanta" o "La conjura de los boyardos", que "adquirieron un aura especial". Se convirtieron así "en sus testamentos" y "curiosamente se trata de piezas llenas de vida", con "una gran creatividad y belleza".

En otros casos recuerda títulos pertenecientes a cineastas que, "en mayor o menor medida, eran conscientes de que se trataba de su última película, bien porque lo habían decidido expresamente", como Bergman ("Sarabanda") o Kieslowski ("Tres colores: rojo"), o "bien porque el tiempo o la enfermedad se les echaba encima y era muy probable que no pudiesen volver a dirigir, como Huston ("Dublineses") o Bresson ("El dinero"). "Todas estas películas destacan por su sencillez", comenta el autor.

"La última película de los grandes maestros" recoge en total 30 películas de otros tantos directores, cintas como "Pasaje a la India", de David Lean; "Érase una vez en América", de Sergio Leone; "Vania en la calle 42", de Louis Malle; "La trama", de Alfred Hitchcock; "Los diez mandamientos", de Cecil B. De Mille; "El libro de la selva", de Disney, o "Imitación a la vida", de Douglas Sirk


Fuente: Periódico El Norte de Castilla








Trabajar en las Indias. Los trabajos mecánicos 1492-1850 I

Jesús Paniagua Pérez








La necesidad obligó a los españoles a desarrollar los trabajos mecánicos en las Indias desde el mismo momento en que Colón emprendió los preparativos de su primer viaje. Fueron especialmente relevantes en aquellos tiempos iniciales las actividades que tenían que ver con la navegación, la construcción y la actividad conquistadora; pero a medida que los españoles se fueron asentando, el acelerado desarrollo urbano obligó a desarrollar unos oficios semejantes a los peninsulares, incluso en su organización, aunque con la variedad que exigieron las circunstancias.

Es cierto que muchos españoles no querían ejercer actividades mecánicas, en la medida en que, como trabajos viles, les cerraban las puertas de un futuro que ellos esperaban mejorar en las Indias. Sin embargo, esto no era exclusividad de los hispanos, sino que afectaba a casi todos los europeos, aunque en otra medida. Precisamente esa situación provocó el que los indios se adaptaran pronto a los trabajos de los españoles y que los ejercieran casi desde los primeros momentos, en que por dejación de los nuevos habitantes ellos pudieron ocuparlos libremente o de forma compulsiva.

En este primer volumen desarrollamos los primeros momentos de la práctica de esos trabajos mecánicos, así como la incorporación de los indios a los mismos. De forma general se estudias los siglos XVI y XVII con todo el desarrollo teórico sobre el trabajo y su desarrollo. El siglo XVIII se aborda desde los pretendidos cambios en la mentalidad y en la consideración, que no dieron los resultados apetecidos, aunque se tendieran a desarrollar de educación “reglada”, patrocinada por las sociedades económicas, las escuelas de artes y oficios, las escuelas de bellas artes, etc.

Se aborda igualmente el tema de los extranjeros y su función en el desarrollo del trabajo, estableciendo las diferencias pertinentes, de acuerdo a su nacionalidad de origen, dando una especial importancia, por sus características a los jesuitas centroeuropeos y a los chinos.

En un segundo volumen se abordarán los temas relativos la población de origen africano, al desarrollo gremial y de los diferentes sectores de la producción, así como a los trabajos mecánicos dentro de la producciónindustrial.



Prólogo:

Ha sido una constante en nuestras investigaciones el trabajo sobre los gremios y el trabajo en las Indias. Nos habíamos centrado esencialmente en los territorios de la Audiencia de Quito y en la Nueva Granada. Al mismo tiempo coordinábamos varios proyectos I+D sobre el Humanismo y la Tradición Clásica y Humanística en España y América. La mezcla de ambas dedicaciones dio lugar a un interés por el mundo del trabajo no solo en su aspecto material y organizativo, sino también de la teoría que se desarrollo en torno a él. Como consecuencia, este trabajo debemos inscribirlo dentro de las actividades de investigación del Instituto de Humanismo y Tradición Clásica de la Universidad de León y de sus proyectos coordinados FF12009-13049-C04-01. De hecho, algunos de los autores que hemos estudiado son citados aquí por sus aportaciones al mundo laboral americano como Pedro de Valencia, Hernando Machado, Pedro Baptista Pino, Juan López Cancelada, etc., amén de estudios y ediciones como las Cartas de Indias de la Real Chancillería de Valladolid, aspectos cartográficos y artísticos, etc.



Es evidente que los estudios sobre los trabajos mecánicos en las Indias no son nuevos y se cuenta incluso con acervos documentales como los de Konetzke; Jara y Pinto; Colmenares, Melo y Fajado; Zavala; etc. Existen además múltiples monografías sobre diferentes ámbitos del mundo americano, como se puede comprobar en la bibliografía. Todo ello nos ha servido a la hora de realizar esta obra en dos volúmenes, donde se podrá apreciar que con una legislación unitaria para los territorios americanos, las variedades son abundantes, incluso dentro de espacios administrativos unitarios. Los condicionantes de todo tipo imponían una adecuación del desarrollo de los trabajos mecánicos en cada lugar. Revisamos también la mala consideración que sobre el trabajo mecánico se desarrollo en América, como reflejo de España, y vemos que, aunque cierta, no era exclusiva de los hispanos.



Hasta ahora ha habido un mayor interés por aquellos trabajos industrializados, como minas, obrajes, astilleros, ingenios de azúcar, curtidurías y graserías... No los vamos a obviar nosotros, aunque los trataremos mejor desde el punto de vista de la cualificación de sus trabajadores y las condiciones de trabajo de estos. Ese tipo de labores presentaba una mayor unidad, que ha permitido a los investigadores ofrecer un panorama de conjunto; sin embargo esos otros oficios que, por regla general, se ejercían para el desarrollo y mantenimiento de la población, son difíciles de encuadrar en un esquema unitario.



Temporalmente hemos proyectado el ámbito de estudio hasta 1850, debido a que consideramos importante ver en que medida se produce una pervivencia y/o un cambio en los aspectos laborales en los diferentes lugares de América, a la vez que los oficios mecánicos fueron de las pocas cosas que lograron vincular a la población en sus reivindicaciones políticas, sociales y económicas tras el fin del dominio español. Esto nos lleva a pensar que la tradicional consideración de que la organización laboral colonial había sido muy débil, no debía ser tan cierta.


Jesús Paniagua Pérez
León, 20 de diciembre de 2010


Fuente: Ediciones Lobo Sapiens










La belleza y el dolor de la batalla

Peter Englund

Traducción: Caterina Pascual Söderbaum




Sinopsis:

“Es éste un libro sobre la Primera Guerra Mundial. No es, sin embargo, un libro sobre qué fue esa guerra –es decir, sobre sus causas, su progreso, su final y sus consecuencias-; sino un libro sobre cómo fue. Lo que el lector encontrará aquí no son tanto factores como personas, no tanto procesos como impresiones, vivencias y estados de ánimo. Lo que he intentado reconstruir, más que el curso de unos acontecimientos, es un mundo emocional.

El lector seguirá de cerca a veinte individuos, personajes reales todos, por supuesto (no hay en este libro nada ficticio, su contenido se basa en los documentos de diversa índole que dichas personas dejaron), todos ellos rescatados del anonimato o del olvido, todos situados en las capas más bajas de la jerarquía.

Mayoritariamente se trata de gente muy joven, hombres y mujeres de apenas veinte años. De esta veintena de personajes dos caerán en combate, dos serán tomados prisioneros, dos se convertirán en héroes homenajeados, dos acabarán siendo, físicamente, unas piltrafas. Varios de ellos reciben la guerra con los brazos abiertos pero aprenden a aborrecerla; algunos la aborrecen desde el primer día; otro la ama de principio a fin. Uno de ellos perderá literalmente la razón y dará con sus huesos en un hospital psiquiátrico, otro no llegará a oír ni un solo disparo. Y así sucesivamente. Pese a todas las diferencias en cuanto a destino, roles, sexo y nacionalidad les une el hecho de que a cada uno de ellos la guerra les robó algo: la juventud, las ilusiones, la esperanza, la humanidad –la vida.

La mayor parte de estas veinte personas vivirán experiencias dramáticas y atroces; sin embargo, lo que se pretende enfocar es el lado cotidiano de la guerra. En cierto modo este texto es un pedazo de anti historia, lo que he querido ha sido reencauzar a sus elementos más atómicos e ínfimos, es decir, al individuo y sus vivencias, un acontecimiento que, se mire por donde se mire, hizo época.”


Peter Englund.



Fuente: Roca Editorial

miércoles, 16 de mayo de 2012

Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca del pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada), en septiembre de 1931:





“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión. Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.”

viernes, 11 de mayo de 2012

Una tarde plena
Clarice Lispector (Brasil)



El saguino1 es tan pequeño como un ratón, y del mismo color.
La mujer, después de sentarse en el autobús y de lanzar una mirada tranquila de propietaria sobre los asientos, ahogó un grito: a su lado, en la mano de un hombre gordo, estaba lo que parecía un ratón inquieto y que en verdad era un vivísimo saguino. Los primeros momentos de la mujer versus el saguino se consumieron en intentar sentir que no se trataba de un ratón disfrazado.
Cuando hubo llegado a eso, comenzaron momentos deliciosos e intensos: la observación del animal. Todo el autobús, además, no hacía otra cosa.
Pero era privilegio de la mujer estar al lado del personaje principal. Desde donde estaba podía, por ejemplo, reparar en la pequeñez de la lengua del saguino: un trazo de lápiz rojo.
Y estaban los dientes, también: casi se podían contar millares de dientes dentro de la raya de la boca, y cada pedacito menor que el otro, y más blanco. El saguino no cerró la boca ni un instante.
Los ojos eran redondos, hipertiroideos, combinando con un ligero prognatismo, y esa mezcla, que le daba un aire extrañamente impúdico, formaba una cara medio desvergonzada de niño de calle, de esos que están permanentemente resfriados y que al mismo tiempo chupan un caramelo y sorben la nariz.
Cuando el saguino dio un brinco sobre el cuello de la señora, ésta contuvo un frisson, y el placer escondido de haber sido elegida.
Pero los pasajeros la miraron con simpatía, aprobando el acontecimiento, y, un poco ruborizada, ella aceptó ser la tímida favorita. No lo acarició porque no sabía si ése era el gesto que debía hacer.
Y sin embargo, el animal sufría de la falta de cariño. En verdad su dueño, el hombre gordo, sentía por él un amor sólido y severo, de padre a hijo, de amo a mujer. Era un hombre que, sin una sonrisa, tenía el llamado corazón de oro. La expresión de su rostro era hasta trágica, como si él tuviera una misión. ¿La misión de amar? El saguino era su cachorro en la vida.
El autobús, en la brisa, como embanderado, avanzaba. El saguino comió un bizcocho. El saguino se rascó rápidamente la redonda oreja con la pierna fina de atrás. El saguino gritó. Se colgó de la ventana, y espió lo más rápidamente que pudo, despertando en el autobús opuesto caras que se espantaban y que no tenían tiempo de averiguar lo que habían visto.
Mientras tanto, cerca de la mujer, una señora contó a otra señora que tenía un gato.
Que el gato tenía actitudes amorosas, contó.
Fue en ese ambiente de familia feliz cuando un camión quiso adelantar al autobús, y casi ocurrió un accidente fatal. Hubo gritos. Todos saltaron deprisa.
La mujer, retrasada, a punto de llegar tarde, cogió un taxi.
Sólo en el taxi se acordó de nuevo del saguino.
Y lamentó con una sonrisa sin gracia que, estando los días que corrían tan llenos de noticias en los diarios que no la concernían, los acontecimientos se distribuyeran tan mal, al punto de que un saguino y casi un accidente sucedieran al mismo tiempo.
«Apuesto -pensó- a que nada más me ocurrirá durante mucho tiempo, apuesto a que ahora voy a entrar en la época de las vacas flacas.» Que era, en general, su tiempo.
Pero ese mismo día sucedieron otras cosas. Todas en la categoría de bienes declarables. Sólo que no eran comunicables. Esa mujer era, además, un poco silenciosa consigo misma y no se entendía muy bien a sí misma.
Pero así es. Y nunca se supo de un saguino que haya dejado de nacer, vivir y morir, sólo por no entenderse o no ser entendido.
De todos modos fue una tarde embanderada.

1 Especie de mono. (N. de la T.)