jueves, 19 de junio de 2008

**POR EL PLACER DE LA LECTURA: **

La SGAE (Sociedad General de Autores) ataca de nuevo.
Escrito y firmado por José Luis Sampedro, escritor, filósofo y buena gente.

**POR LA LECTURA**
Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un
Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de
jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque
no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido,
atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él
solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos.
Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes
sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro
a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl
May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo
madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho
cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un
rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos.
Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía
de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un
rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a
por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran
quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo.
Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo
hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me
enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras
eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en
manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más
años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La
biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas
esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos,
fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito
del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas
plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración
intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras
consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la
lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado
dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de
préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y
admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de
libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón
bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de
pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada
libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los
autores del desgaste del préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga
una suma es porque:

a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la
adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por
cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y
fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la
operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos
por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad
el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?
Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere
autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil.
Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con
la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de
autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida
en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

**¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!**

**José Luis Sampedro**

sábado, 7 de junio de 2008

VIVIR de Kurosawa

El actor Takashi Shimura conocía la canción desde su juventud, pero en aquella escena no encontraba el tono, hasta que Kurosawa le sugirió: “Canta esta canción como si fueras un extraño en un mundo en el que nadie cree que existes”. El resultado es estremecedor. La cámara se acerca y se mantiene fija mientras Watanabe espera su fin bajo la nieve entonando una hermosa balada que ya aparece en otro momento de la película en una escena en un bar.

La vida es corta, enamórate, chica,
antes de que el rojo de los labios desaparezca,
antes de que la sangre caliente se enfríe.
No tendrás nunca asegurada la vida de mañana.

La vida es corta, enamórate, chica,
antes de que el color negro del pelo pierda su fuerza,
antes de que la llama del corazón se apague.
No volverá nunca a repetirse el día de hoy.


En ambas escenas la vida y la muerte se dan la mano gracias a esta bella melodía y son la clave de toda la emoción que nos embarga, la diferencia estriba en que en la primera escena La góndola es entonada por un grupo de personas en una alegre fiesta y supone el despertar del personaje al tomar conciencia de que se acerca su hora final. En la escena del columpio la canción es una confirmación de la altura moral a la que ha llegado el personaje, haciendo con este gesto pura poesía de su muerte.

Otro elemento peculiar del cine de Kurosawa es la presencia de fenómenos atmosféricos que enriquecen la narración como es en este caso la nieve, símbolo también de la pureza y dignidad que ha adquirido el personaje a lo largo de la película.