martes, 23 de octubre de 2007

Un visón propio, de Truman Capote

Francisco Umpiérrez Sánchez (Rebelión)

(Aconsejo al lector que lea previamente este pequeño cuento de Truman Capote, accesible a través de la red, para que comprenda así mis reflexiones y pueda extraerle alguna utilidad)

...
Leer y estudiar
Que distinto es leer un cuento de Truman Capote y decir al final que nos gusta sin más, que estudiarlo y hacer cosas con él. Sólo el hecho de preguntarnos qué actividades teóricas podemos hacer con él, representa un paso muy importante en el camino de la profundidad. Pero sólo podemos saber qué actividades teóricas podemos hacer con él, cuando lo estudiamos una y otra vez.
Nada se muestra en todos sus detalles y plenitud con un solo vistazo. Hay que ver las cosas muchas veces para extraer de ellas todo o una buena parte de lo que llevan dentro. Hoy en el mundo se libra una gran batalla entre el pensamiento profundo y el pensamiento superficial. Y leer las cosas por encima y ver las cosas de pasada contribuyen al predominio del pensamiento superficial.

El lenguaje como representación
Sabemos que Capote nos cuenta una historia y utiliza el lenguaje como medio de representación. En esa historia hay dos protagonistas principales: Mrs. Munson y Vini Rondo. Debemos suponer que Capote tuvo conocimiento inmediato o por terceras personas de esa historia o de una historia parecida. Después representó por medio de palabras dicha historia. La primera tarea que debemos hacer es exponer de forma sucinta dicha historia. Tal vez al hacerlo nos venga a la cabeza alguna historia parecida de la que hayamos tenido conocimiento. De una manera u otra se trata de emplear el lenguaje para contar historias o como medio de representación.
Los científicos, al contrario que los escritores, utilizan el lenguaje para elaborar conceptos. En la elaboración de un concepto se trata de describir un objeto y destacar sus rasgos esenciales, mientras que en la elaboración de una representación se trata fundamentalmente de contar algo que le pasa a un objeto. No obstante, concepto y representación no constituyen mundos apartes, puesto que los conceptos se elaboran con percepciones y representaciones.

Lenguaje teórico y lenguaje literario
Como con el lenguaje teórico formulamos juicios y construimos razonamientos, lo normal es que en su entramado aparezcan ciertos conectores como “si, entonces”, “por lo tanto”, por un lado y por otro lado, y distintas otras formas de enlazar juicios. Nada de eso debe aparecer en el lenguaje literario, sencillamente porque lo afearía. Mientras que en el campo de la teoría debemos remarcar el paso de unos juicios a otros, en el campo literario debemos suavizar el tránsito de una oración a otra.
En el lenguaje teórico debemos ser lo más preciso posible y lo más explícito que podamos, mientras que en el lenguaje literario no es obligado ser preciso y no es nada conveniente ser muy explícito. En el lenguaje literario la imaginación del lector es fundamental; no tenemos que detallarlo todo para que el lector se haga con una idea de lo que está pasando. Mientras que en el lenguaje teórico entre menos libertad le concedamos a la imaginación del lector, más asegurado tendremos la representación rigurosa de los hechos.

Resumen de la historia
La historia trata de una mujer que espera en su casa la visita de una vieja amiga, por la cual sentía una gran admiración. Decía de ella que era una mujer de talento, entendida en el arte y con dinero. Estaba emocionadísima con su visita. Pero cuando la vio plantada en el umbral de su casa se decepcionó. Su aspecto actual nada tenía que ver con el que ella había conocido hacía cinco años atrás. Después, una vez que estuvieron sentadas en el cuarto de estar, tras observar que no llevaba joyas en las manos, comprendió que a su amiga las cosas no le iban bien.
Vini Rondo, así se llamaba su amiga, la visitaba, no para verla y revivir la supuesta amistad que había entre ellas, sino para venderle un precioso abrigo de visón, por el cual la anfitriona había sentido una gran admiración en el pasado. Mrs. Munson, así se llamaba la anfitriona, decidió pagarle cuatrocientos dólares aunque su amiga pretendía que le pagase mil. Una vez le hubo extendido el cheque, entre ellas no hubo más cruce de palabras. De hecho Vini Rondo ni antes ni después de la venta del visón mostró interés por conversar ni por establecer ninguna clase de lazos. De hecho rechazó la invitación de un jerez y de un scotch que le hizo la anfitriona. La visita, una vez cumplido el cometido de la venta, tenía prisa por irse y así lo hizo.
Cuando Mrs. Munson le dio un pequeño tirón al abrigo, después de haberlo colgado en el ropero, escuchó horrorizada la rasgadura. Supo que el visón entero estaba podrido. Sintió una rabiosa decepción. Su amiga la había timado y sabía que no volvería a verla nunca más. Comprendió ahora el sentido de su frialdad y de sus prisas. (He escrito “rabiosa decepción”, pero Capote escribió algo distinto: “desolación rabiosa”. Y sentirse decepcionado no es lo mismo que sentirse desolado. Lo señalo para que sepan valorar la importancia de los matices y cómo a veces cambiamos ciertas palabras sin darnos cuenta y modificamos así la representación de los hechos narrados)

Representación visual y representación lingüística
Supongamos que alguien nos visiona sobre una pantalla la historia que nos cuenta Capote con lenguaje mudo. Nuestra tarea sería describir lo que vemos por medio del lenguaje. Comprobaríamos así, por vía de comparación, el arte del que dispone Capote para dicha descripción. Nosotros podemos ver a Mrs. Munson delante del espejo arreglándose. Y ese arreglo supone hacer muchas cosas y adoptar muchas posturas. Supone muchas pequeñas escenas o una serie enorme de momentos. Capote selecciona una y la expresa así: “Mrs. Munson terminó de retorcer una rosa de lino en su pelo de color caoba y retrocedió unos pasos desde el espejo para apreciar el efecto”. Fíjense en los detalles representados: retroceder unos pasos, hacerlo desde el espejo y hacerlo para ver un determinado efecto. Fíjense que he escrito “para ver el efecto”, pero Capote escribió “para apreciar el efecto”. Y en el matiz está también el arte. Nosotros podíamos haber escrito: “Mrs. Munson terminó de retocarse ante el espejo” o “Mrs. Munson se colocaba con picardía una rosa de lino en el pelo”. También pudimos haber dicho: “Mrs. Munson se puso un vestido verde muy ajustado y delante del espejo se miró apreciando que estaba un poco gorda”. Lo que observamos es que un mismo hecho puede ser expresado de muy diversas formas, atendiendo a distintos aspectos y momentos. Pero el arte está tanto en seleccionar la escena más bella como en expresarla con belleza. Ese es el arte de Capote.
El otro día hablaba con mi cónyuge de este mismo tema. Y le dije que había una expresión de Capote que me gustaba mucho: “Mrs. Munson recorrió las caderas con sus manos”. Después rectifiqué y dije que Capote no lo decía así, sino de este otro modo: “Mrs. Munson recorrió sus caderas con las manos”. Pero al día siguiente, cuando de nuevo leí el cuento, vi que tampoco lo decía de ese modo sino de este otro: “Después se recorrió las caderas con las manos”. Se evitaba así el pronombre posesivo “su” y se sustituía por el pronombre personal “se”. Sólo cuando nos percatamos de este tipo de detalles, sólo cuando los tenemos en cuenta, podemos decir que atendemos al material de expresión. Y atender al material de expresión es fundamental en el arte.
Cuando hablamos no estamos pendiente del lenguaje, sino de aquello de lo que hablamos por medio del lenguaje. Pero en el arte es fundamental prestar atención al material de expresión. También es importante, por supuesto, aquello de lo que hablamos; y hay que tener alma de artista para captar el arte que hay en las escenas del mundo o tener la capacidad de ver qué escenas del mundo tienen la posibilidad de transformarse en arte.

La psicología de los personajes
Creo que Capote estaba muy acostumbrado a convivir con personajes del tipo de Mrs. Munson y de Vini Rondo. También nosotros convivimos con determinadas personas que tienen similares pautas de comportamiento y formas de pensar. Debemos hablar pues de arquetipos.
No sabemos lo que hay de verdad en lo que decía Mrs Munson sobre Vini Rondo. No sabemos si en verdad era una mujer de talento, si entendía de arte y si tenía tanto dinero como decía. Sólo sabemos que Vini Rondo fascinaba a Mrs. Munson. También sabemos que Mrs. Munson admiraba la apariencia de Vini Rondo: en especial su visón. Admiraba la riqueza y la apariencia de riqueza. Y hablaba de su amiga cuando ésta estuvo en Paris durante la gran guerra, como dice Capote, como si fuera una lección de historia.
Después vimos que Vini Rondo se había convertido en una timadora. Y vimos también que entre ellas no había amistad ni cosa que se le pareciera. Eran ambas personas superficiales y mantuvieron una relación superficial. Aunque detrás de esa superficialidad Vini Rondo escondía una oscura maldad, de la que la incauta Mrs. Munson no se apercibió.
De Mrs. Munson podemos decir que era una persona buena e incauta, mientras que Vini Rondo se había vuelto tan dura que no dudó en timar a quien supuestamente apreciaba y era una amiga querida. Seguro que estaba muy necesitada y muy desesperada.

Las señales, el reconocimiento y el cambio de suerte
Cuando Mrs. Munson abrió la puerta, no reconoció a la mujer que tenía delante como Vini Rondo. No llevaba aquel peinado tan chic recogido en un moño de antaño…, por el contrario, lo llevaba lacio y parecía desgreñado. Además, llevaba un vestido estampado en enero. Estas señales fueron las que impidieron a Mrs Munson identificar rápidamente a su amiga y las que le provocaron una gran decepción.
Mrs. Munson procuró que su tono no delatase decepción cuando le dijo: “Vini, querida, te habría reconocido en cualquier parte”. Aquí el tono se convierte en una señal que trata de evitar la decepción. Porque lo cierto era lo contrario. Si no la había reconocido teniéndola delante, mucho menos la hubiera reconocido al verla en la calle y a lo lejos. Tal vez ni hubiera reparado en ella.
Las señales de que la suerte de Vini Rondo había cambiado, que ya no era lo que fue, lo expresa Capote cuando dice: “Mrs. Munson observó cómo Vini separaba el papel de seda dentro de la caja, vio el esmalte mellado de sus uñas, vio que no llevaba joyas en los dedos”. Anteriormente hubo otras señales: “Vini sonrió y Mrs Munson advirtió lo irregulares que tenía los dientes y decidió que no les vendría mal un buen cepillado”.

Enlaces de aspectos o unidad de aspectos
Al principio vemos a Mrs. Munson retorcerse una rosa de lino en su pelo, y al final, cuando dice “¡Oh, Dios mío!, me han timado como una incauta”, se agarra dicha rosa con la mano.
Al principio vimos que a Mrs Munson le enfadaba muchísimo que por las ventanas le entraran los gritos del patio de recreo de la escuela situada al otro lado de la calle, y casi llegado al final, cuando Vini Rondo le ofrecía en venta el visón anunciándole que le había costado mil dólares, agradeció por primera vez oír esos gritos. Le ofrecía algo que aliviaba la intensidad de los sentimientos que tenía en ese momento. En verdad que deseaba el visón, pero el precio era inasequible, y todo esto lo vivía con intensidad.

Una escena que me gustó
En ese cuento hay muchas escenas muy bellas y otras muy interesantes. De algunas ya he hablado aunque por otros motivos. Ahora les hablaré de una en especial. Mrs. Munson se decepcionó cuando vio el aspecto que tenía Vino Rondo. Y se sintió incómoda cuando rechazó el jerez y el scotch que le ofreció. Y en ese momento, cuando no sabes qué decir ni qué hacer, Capote escribió: “El reloj con forma de estatuilla encima de la falsa repisa de chimenea sonaba débilmente. Hasta entonces no había notado lo fuerte que podía sonar”. Resulta que por causa de una determinada vivencia psicológica, por vivir con tensión e incomodidad una determinada relación social, algo que suena débilmente, del cual por costumbre casi ni lo oyes, lo oyes ahora sonar con fuerza.

El aspecto físico de los personajes
En el campo de la ciencia es necesario definir con el mayor número de rasgos posibles el objeto que se somete a investigación. Y estos rasgos afectan tanto a la apariencia del objeto como a su esencia. Mientras que en el campo de la literatura no es necesario definir la totalidad de los rasgos de los personajes principales de la historia, basta en ocasiones con muy pocos. Así en el cuento narrado por Capote los rasgos físicos de Mrs Munson destacados por el escritor son poquísimos: pelo de color caoba y mujer más gorda que hace cinco años. Y los destacados en Vini Rondo son también muy pocos: pelo largo y desgreñado, ojos grises, y dientes irregulares y sucios. Podemos comprobar así que es el lector con su imaginación quien debe representarse la apariencia de los personajes y no esperar que sea elaborado por el escritor. También podemos concluir que lo esencial en la narración está en lo que hacen los personajes y no en el aspecto físico de los mismos.

Actitudes o comportamientos psicológicos de los personajes
De Mrs Munson podemos decir lo siguiente: miraba con desdén a su reflejo en el espejo, estaba emocionada y sentía un aleteo en el estómago sabiendo que su amiga Vini Rondo venía a visitarla, se quedó azorada cuando su amiga le dijo que estaba un poco más gorda, y sintió una desolación rabiosa cuando supo que el abrigo de visón que había comprado estaba totalmente podrido. Mientras que de Vini Rondo podemos decir muy poco: se ruborizó cuando le hizo manifiesto a Mrs. Munson que venía a venderle el visón, habló con voz suave y fatigada cuando le comentó a la anfitriona que el visón le había costado mil dólares, y en su cara pálida había dureza.

El abrigo de visón
Las personas pueden estar unidas por muchas razones y por medio de muchas cosas. Todo hace pensar que el abrigo de visón era una cosa que había unido mucho en el pasado a Vini y a Bertha. Vini por poseerlo y lucirlo, y Bertha por admirarlo y desearlo. Por eso cuando Vini decidió en deshacerse del visón, pensó al instante en Bertha. Y cuando Bertha se probó el visón quedó atrapada en una nube; estaba tan admirada y contenta que dijo: “¡Imagina a Bertha con un visón propio!”. Era una vieja aspiración. Y cuando creyó que su sueño se había realizado, comprobó que había sido timada.

La importancia de las apariencias
La apariencia forma parte de la realidad o es una parte de la realidad. Así que no podemos negar su importancia ni su valor. A todos nos importa la apariencia que tenemos y la impresión que damos a los demás. Hay personas que quieren aparentar lo que no son. Bertha Munson tenía ese problema: creía que con un visón era más que sin él. Y en un mundo banal y superficial, para personas banales y superficiales, seguro que es así.
También sucede que hay personas que quieren aparentar lo que son o fueron. Así era Vini Rondo. Quería lucir y mostrar que era una persona de dinero y que podía permitirse ciertos lujos. Pero se empobreció y por razones que ignoramos. Pero así y todo quería seguir aparentando lo que no era. Circunstancia que se puso de manifiesto cuando dijo a Bertha que para qué demonios necesitaba el abrigo de visón cuando tenía un maravilloso abrigo de marta cibelina y una chaqueta de zorro plateado. Así que muchas personas son víctimas de las apariencias: unas, porque querer aparentar lo que no son, y otras, por querer poner de manifiesto constantemente lo que son.

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2 comentarios:

A las 24 de octubre de 2007, 17:29 , Blogger Unknown ha dicho...

estupenda tu reseña y tus comentarios y tu información, como siempre...besos

 
A las 29 de octubre de 2007, 10:51 , Blogger Anne ha dicho...

Para los que quieren leer el cuento:

Un visón propio, de Truman Capote

Mrs. Munson terminó de retorcer una rosa de lino en su pelo de color caoba y retrocedió unos pasos desde el espejo para apreciar el efecto. Después se recorrió las caderas con las manos..., el único problema era que el vestido le quedaba un poco demasiado prieto. "Unos arreglos no volverán a salvarlo", pensó, furiosa. Tras una última mirada de desdén a su reflejo, se volvió y entró en el cuarto de estar.

Por las ventanas abiertas entraban gritos muy fuertes, sobrenaturales. Vivía en el tercer piso y al otro lado de la calle estaba el patio de recreo de una escuela. A última hora de la tarde el ruido era casi insoportable. ¡Dios, si lo hubiera sabido antes de firmar el contrato de alquiler! Cerró las dos ventanas con un pequeño gruñido y, si fuera por ella, podían quedarse cerradas durante los dos años siguientes.

Pero estaba tan emocionada que no podía disgustarse de verdad. Vini Rondo venía a verla, figúrate. Vini Rondo..., ¡y esa misma tarde! Al pensarlo sentía un aleteo en el estómago. Habían pasado casi cinco años y Vini había estado todo ese tiempo en Europa. Cada vez que Mrs. Munson se encontraba en un grupo que hablaba de la guerra, su anuncio era invariable: "Bueno, como saben, en este mismo minuto tengo en París a una amiga muy querida, Vini Rondo, ¡estaba allí mismo cuando entraron los alemanes! ¡Tengo auténticas pesadillas cuando pienso en lo que debe de estar pasando!" Lo decía como si fuera su propio destino el que pesaba en la balanza.

Si había alguien en el grupo que no conociese la historia, se apresuraba a explicar lo referente a su amiga.

-Verá -empezaba-, Vini era la chica con más talento del mundo, interesada en el arte y todas esas cosas. Bueno, como tenía un montón de dinero se fue a Europa a pasar un año, como mínimo. Al final, cuando su padre murió hizo las maletas y se fue para siempre. Caray, tuvo una aventura y se casó con algún conde o barón o algún título. Quizás haya oído hablar de ella... Vini Rondo... Cholly Knickerbocker la mencionaba continuamente.

Y seguía perorando, como si fuera una lección de historia.

"Vini, de vuelta en América", pensó, con un regocijo incesante por la fantástica noticia. Amontonó sobre el sofá las almohadillas verdes y se sentó. Examinó la habitación con ojos penetrantes. Es curioso que no veamos realmente nuestro entorno hasta que esperamos una visita. Bueno, Mrs. Munson suspiró satisfecha, aquella chica nueva, cosa rara, había restituido pautas de antes de la guerra.

De pronto sonó el timbre. Sonó dos veces antes de que ella pudiera moverse, de tan emocionada que estaba. Por fin se serenó y fue a abrir.

Al principio no la reconoció. La mujer que tenía delante no llevaba aquel peinado tan chic, recogido en un moño..., por el contrario, lo llevaba más bien lacio y parecía desgreñado. ¿Y un vestido estampado en enero? Mrs. Munson procuró que su tono no delatase decepción cuando dijo:

-Vini, querida, te habría reconocido en cualquier parte.

La mujer seguía plantada en el umbral. Debajo del brazo llevaba una caja grande de color rosa y sus ojos grises miraban con curiosidad a Mrs. Muson.

-¿Sí, Bherta? -Su voz era un extraño susurro-. Qué amable, muy amable. Yo también te habría reconocido, aunque has engordado bastante, ¿no?

Aceptó entonces la mano extendida de Mrs. Munson y entró. La anfitriona estaba azorada y no supo qué decir. Entraron del brazo en el cuarto de estar y se sentaron.

-¿Te apetece un jerez?

Vini sacudió su cabecita morena.

-No, gracias.

-¿Un scotch, quizás? -preguntó Mrs. Munson, desalentada. El reloj con forma de estatuilla encima de la falsa repisa de chimenea sonaba débilmente. Hasta entonces no había notado lo fuerte que podía sonar.

-No -dijo Vini, con firmeza-, nada, gracias.

Mrs. Munson, resignada, volvió a recostarse en el sofá.

-Ahora, querida, cuéntamelo todo. ¿Cuándo has vuelto a los Estados?

Le gustaba cómo sonaba aquello: "los Estados".

Vini colocó la caja grande y rosa entre sus piernas y enlazó las manos.

-Llevo aquí casi un año -hizo una pausa y luego se apresuró, al ver la expresión sobresaltada de su anfitriona-, pero no he estado en Nueva York. Desde luego, me habría puesto en contacto contigo antes, pero estaba en California.
-Oh, California, ¡me encanta California! -exclamó Mrs. Munson, aunque en realidad Chicago era lo más al este que había estado.

Vini sonrió y M,rs. Munson advirtió lo irregulares que tenía los dientes y decidió que no les vendría nada mal un buen cepillado.

-Así que cuando volví a Nueva York la semana pasada pensé en ti al instante. Me ha costado horrores encontrarte porque no me acordaba del nombre de tu marido...
-Albert -dijo, sin que hiciera falta, Mrs. Munson.
-... pero por fin me acordé y aquí estoy. Verás, Bertha, la verdad es que empecé a pensar en ti cuando decidí deshacerme de mi abrigo de visón.

Mrs. Munson vio un rubor súbito en la cara de Vini.

-¿Tu abrigo de visón?
-Sí -dijo Vini, levantando la caja rosa-. Te acordarás de él. Siempre te gustó mucho. Siempre decías que era el abrigo más bonito que habías visto en tu vida.

Empezó a desatar la raída cinta de seda alrededor de la caja.

-Pues claro, sí, claro -dijo Mrs. Munson, dejando que el "claro" se fuera apagando poco a poco.
-Me dije: "Vini Rondo, ¿para qu{e demonios necesitas abrigo? ¿Por qué no se lo queda Bertha?" Ya ves, Bertha, me compré en París un abrigo maravilloso de marta cibelina y comprenderás que no necesito para nada dos abrigos de piel. Además, tengo mi chaqueta de zorro plateado.

Mrs. Munson observó cómo Vini separaba el papel de seda dentro de la caja, vio el esmalte mellado de sus uñas, vio que no llevaba joyas en los dedos y comprendió de golpe muchas otras cosas.

-Así que pensé en ti y si no lo quieres tú lo guardaré sólo porque no soporto la idea de que lo tenga otra persona.

Giró en el aire el abrigo, a derecha e izquierda. Era precioso; la piel brillaba, suntuosa y muy tersa. Mrs. Munson extendió la mano y pasó los dedos por ella, erizando a contrapelo la pelusa diminuta. Dijo, sin pensar:

-¿Cuánto?

Retiró la mano rápidamente, como si hubiera tocado una llama, y escuchó la voz de Vini, suave y fatigada:

-Me costó casi mil. ¿Mil es demasiado?

Mrs. Munson oía el griterío ensordecedor del patio de la escuela u por una vez lo agradeció. Le ofrecía algo distinto en lo que concentrarse, algo que aliviaba la intensidad de sus sentimientos.

-Me temo que es demasiado. No puedo permitírmelo -dijo, distraída, mirando aún el abrigo, con miedo a levantar los ojos y ver la cara de la otra mujer.

Vini arrojó el abrigo sobre el sofá.

-Bueno, quiero que te lo quedes. No es tanto por el dinero, pero creo que debería recuperar algo de mi inversión... ¿Cuánto podrías pagar?

Mrs. Munson cerró los ojos. ¡Oh, Dios, aquello era horrible! ¡Era un auténtico horror!

-Cuatrocientos, quizás -respondió con voz débil.

Vini volvió a levantar el abrigo y dijo, con un tono animado:

-A ver cómo te sienta.

Entraron en el dormitorio y Mrs. Munson se probó el abrigo delante del espejo de cuerpo entero del armario. Con unos pocos retoques y acortando las mangas, quizás recobrase su brillo original. Sí, la verdad es que no le sentaba mal.

-Oh, creo que es precioso, Vini. Has sido un encanto al pensar en mí.

Vini se apoyó en la pared y en su cara pálida había dureza a la intensa luz del sol de las ventanas del espacioso dormitorio.

-Puedes extender el cheque a mi nombre -dijo, con desinterés.
-Sí, por supuesto -dijo Mrs. Munson, volviendo a la tierra de repente. ¡Imagina a Bertha Munson con un visón propio!

Volvieron al cuarto de estar y rellenó el cheque para Vini. Ésta lo dobló con cuidado y lo depositó en su bolsito de cuentas.

Mrs. Munson se esforzó en darle conversación, pero cada nuevo intento se estrellaba contra una pared fría. Una de las veces dijo:

-¿Dónde está tu marido, Vini? Tienes que traerle para que charle con Albert.
-¡Ah, él! -había respondido Vini-. No le veo desde hace siglos. Que yo sepa, sigue en Lisboa.

Y ahí quedó todo.

Por fin, Vini se marchó, después de haber prometido que telefonearía al sía siguiente. Cuando se hubo ido, Mrs. Munson pensó: "¡Vaya, pobre Vini, no es más que una refugiada" Luego cogió su abrigo nuevo y entró en el dormitorio. No podía decirle a Albert cómo lo había conseguido; estaba descartado. ¡Puf, se pondría furioso al saber el precio! Decidió esconderlo en lo más recóndito de su ropero y un buen día lo sacaría y diría: "Albert, mira qué maravilla de visón me he comprado en una subasta. Por un precio irrisorio."

Tanteando en la oscuridad del ropera, colgó el abrigo en una percha. Dio un pequeño tirón y escuchó horrorizada la rasgadura. A toda prisa encendió la luz y vio que la manga estaba desgarrada. Sujetó el roto y tiró con suavidad. Se desgarró un poco más y luego otro poco. Con una desolación rabiosa supo que el abrigo entero estaba podrido. "¡Oh, Dios mío!", dijo, agarrando la rosa de lino que llevaba en el pelo. "¡Oh, Dios mío, me han timado, timado como a una incauta y no puedo hacer absolutamente nada!" Porque de pronto Mrs. Munson comprendió que Vini no llamaría por teléfono al día siguiente ni nunca más.


(*) Texto tomado del libro del autor Cuentos completos. Introducción de Reynolds Price. Barcelona, Anagrama, 2004. 332 p. (Col. Panorama de Narrativas, 592). Reproducido con autorización de la editorial en México.

 

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